regresaron por otro camino

</div>Solemnidad de la Epifanía del Señor Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”. Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. El año pasado tuve la oportunidad de visitar Japón. Japón es un país que tiene menos del 1% de cristianos. Hay 125 millones de personas en Japón y menos de 2 millones son cristianos, y solo 500.000 son católicos. Los Redentoristas tienen una iglesia en Tokio que está vacía la mayor parte del año. Tal vez 40 o 50 personas van allí en un domingo típico. Nochebuena, la Iglesia está a rebosar. Miles de personas van a la iglesia en la víspera de Navidad. Tengo amigos que son judíos que siempre me envían una tarjeta de Navidad y me dicen lo que van a tener para la cena de Navidad. Tengo hermanos y hermanas que rara vez o nunca van a la iglesia, pero celebran la Navidad, decorando sus casas e invitando a otros a una cena de Navidad. ¿Qué significa para alguien que no es cristiano celebrar la Navidad? ¿Qué significa para las personas que no practican su fe celebrar la Navidad? A veces pienso: "Oh, bueno, la Navidad es como otra fiesta". "Como el día de muertos, el Día de San Valentín u otras celebraciones que tenían un significado religioso pero que ahora ese significado se ha perdido. Me vuelvo engreída y santurrona y pienso: "No deberían estar celebrando la Navidad, no tienen derecho a "mi fiesta". Pero eso es perder el punto. Me alegraría que los budistas llenaran nuestras iglesias en la víspera de Navidad; que los judíos decoren sus casas para celebrar a Jesús y que los miembros de mi familia, que creo que deberían ir más a la iglesia, se reúnan para celebrar el nacimiento de Jesús. Hoy celebramos la fiesta de la Epifanía, y la Epifanía celebra más que cualquier otra cosa que Jesús no vino al mundo por un grupo selecto que juzgo digno. ¡No! Jesús vino al mundo por todos. Y todo el mundo quiere decir eso: ¡todo el mundo! Margarite Yourcenar, una autora atea, ha escrito: "“Yo no soy católica, ni protestante, ni siquiera cristiana en el sentido pleno del término, pero todo me lleva a celebrar esta fiesta tan rica en significaciones... La Navidad es una fiesta de todos. Lo que se celebra es un nacimiento, y un nacimiento como debieran ser todos, el de un niño esperado con amor y respeto, que lleva en su persona la esperanza del mundo. Se trata de gente pobre... y es la fiesta de los hombres de buena voluntad...” Tras haber encontrado al Salvador después de un largo viaje, se volvieron por otro camino, guiados ya, no por una estrella, sino por el reflejo de la Luz nacida de la luz, que había brillado ante sus ojos y que ahora iluminaba el mundo entero. La celebración de la eucaristía y de todo sacramento es una epifanía, una manifestación del Señor, presente bajo unos signos humildes. Cuando la asamblea se dispersa, recibe también la invitación a volver por otro camino, el de la conversión: «Pueden ir en paz». Amar a servir al Senor que hemos visto en la Eucaristia.

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