IV Domingo del Tiempo Ordinario B Marcos 1:21-28 En aquel tiempo, se hallaba Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Jesús le ordenó: "¡Cállate y sal de él!" El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen". Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea. Creo en los Espíritus, tanto en los buenos como en los malos. Creo en el Diablo y en los Ángeles, pero... Realmente no creo en las posesiones como se ve en películas como el exorcista. Películas en las que las cabezas de las niñas dan vueltas y vomitan violentamente sobre el sacerdote. En mis 35 años de ser sacerdote, muchas veces la gente ha venido y me ha dicho que está poseída, o que su hijo lo está, o que su casa lo está. Siempre estoy despuesto en bendecir a la persona, o a la casa, y animo a la gente a que vaya a los sacramentos, a recibir la comunión y la confesión. La verdad es que creo en los espíritus buenos y malos, pero la mayoría de las veces pienso que es solo un mal sueño, o que se asustaron con una película de miedo. En el Evangelio de hoy, tenemos el primer milagro de Jesús en el Evangelio de Marcos y se trata de un exorcismo, y es muy parecido a los que vemos en las películas. El espíritu inmundo clama, el hombre es arrojado a convulsiones. Y todos se asombran del poder de Jesús porque habla con autoridad. Como dije, he bendecido a muchas personas y lugares en 35 años, pero no sé si alguna vez he expulsado a un espíritu maligno. Simplemente no parece tan probable. La gente se enferma, tiene pesadillas, se asusta o se preocupa por cosas, pero expulsar demonios?... Simplemente no lo sé. Entonces, ¿qué significa para mí, qué significa para nosotros, esta "Autoridad de Jesús", su poder sobre los demonios? ¿Es solo una bonita historia que es interesante de escuchar? Como dije, este es el comienzo del Evangelio de Marcos, la semana pasada escuchamos el núcleo del mensaje de Jesús: arrepentíos y creer en el Evangelio. Lo que Jesús está dejando claro desde el principio es que su anuncio del Reino es para rescatar al pueblo de Dios. No se trata de expulsar demonios de unas pocas personas que podrían tener problemas psicológicos. ¡Se trata de expulsar a todos los demonios, de liberarnos de cualquier cosa que nos impida volvernos a él al 100%! Entonces, cuando me doy cuenta de que Jesús vino a expulsar demonios, es bueno que no piense en personas que podrían estar un poco locas, es bueno para mí pensar en mis propios demonios. Porque Jesús no vino solo a expulsar demonios de otras personas, sino que también ha venido a expulsarlos de mí. El Evangelio dice que Jesús tenía autoridad sobre los espíritus inmundos. La autoridad es una calle de doble sentido. No se trata solo de un policía que ejerce poder sobre otras personas, sino de otras personas que aceptan que alguien tiene autoridad sobre ellas. Necesitamos aceptar que Jesús no solo tiene autoridad sobre los espíritus inmundos, sino que también tenemos que aceptar que Jesús tiene autoridad sobre nosotros. Necesitamos aceptar y ver los demonios que están dentro de nosotros mismos. A los demonios les gusta la falta de paciencia; enojarse con demasiada facilidad, no estar dispuesto a perdonar a los demás. Estas cosas obviamente pueden llamarse pecados, pero creo que es más que eso. Es darme cuenta de que hay cosas de mi vida que no puedo cambiar. Cosas sobre las que no tengo poder. Pero Jesús, él sí tiene el poder. Jesús puede salvarme de todas esas cosas de mí mismo que no me gustan o que necesito cambiar. Supongo que lo que estoy tratando de decir es que cuando nos damos cuenta del gran poder de Jesús, debemos ver cómo el poder de Jesús no está sobre los demás, sino que también está sobre nosotros. No nos asombremos de lo que Jesús hace por ellos, sino de lo que Jesús puede hacer por nosotros. Jesús habla con autoridad, ya que somos sus seguidores, dejémosle expulsar a esos espíritus inmundos que se encuentran dentro de nosotros.

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