III Domingo de
Pascua
26 de Abril
2020
Lucas
24, 13-35
Por la calzada de Emaús... ¡Que bonita historia!
¡Que bonita canción! ¡Que linda la revelación de Jesús al partir el pan!
Siempre me ha gustado la historia, una de mis favoritas en los evangelios, hasta
me da escalofríos. La canción también, una de mis favoritas de misa con
mariachi.
¿Por qué es que nos llama la atención tanto este
relato del evangelio? Quizás es porque es fácil para nosotros identificar con
la historia. Interesante, solamente sabemos el nombre de uno de los discípulos
Cleofás. ¿Cómo se llama el otro? ¿Quizás Patricio? María, o José,
les invito a poner su proprio nombre. Quizás es por eso que San Lucas no
ha dicho el nombre para que pudiéramos poner nuestro nombre.
Somos como los discípulos. Somos desconcertados.
Estamos confundidos, no estamos seguros. La vida es difícil, has veces las
cosas no salen como queremos. Quisiéramos que cosas fueron diferentes. Hay
gente que nos dejan decepcionados. Nosotros sabemos muy bien que nosotros no
somos como debemos ser, sentimos que decepcionamos a los demás también.
Queremos que las cosas fueron diferentes, pero no sabemos como cambiarlas o
peor pensamos que desafortunadamente tiene que ser así. Nos quedamos contentos
con menos.
La historia de Emaús acontece el Domingo de la
resurrección, el mismo día. Los discípulos sabían que Cristo fue cruelmente crucificado.
Quizás no estaban allí, y por eso se siente mal. Por haber dejado Jesús en su
momento de necesidad. Puede ser que estaban enojados con Jesús. Esperaba que el
iba liberar a Israel, pero se murió dejando ellos solos. Sintieron abandonados.
Entonces yo puedo imaginar ellos en Jerusalén, tristes y preocupados y después
Cleofás dice, “Yo voy a caminar, quiero salir un poco.” Y el otro dice, “voy
contigo.” Y los dos salen, quizás sin saber realmente a donde van y después
deciden ir a Emaús. Y por el camino encuentren Jesús, pero ellos no lo
reconocieron. Y ellos entren en una conversación con el peregrino sin saber
quien era. Al principio ellos están explicando todo a el, pero las cosas
cambian rápidamente y el forastero empiece a explicar todo a ellos. Ellos escuchan pero no entienden. Así soy yo
muchas veces. Yo escucho pero no entiendo, yo pongo atención, pero mi quedo
confundido no solamente el Español pero muchas cosas. No entiendo el pandemia,
no entiendo el sufrimiento. No entiendo porque muchos tienen poco y pocos
tienen mucho. Hay mucho que no entiendo. Escucho el evangelio, trato de ser un
buen Católico, pero sigo confuso.
Ahora el momento clave. El momento que me da
escalofríos. Los discípulos llegan al pueblo. Puedo imaginar ellos enfrente de
la casa de sus amigos, y Jesús dice, “Adiós, que les vayan muy bien.” Y ellos
como buenos Latinos dicen, “quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto
va a oscurecer.” Me da escalofríos porque, imaginase si Jesús hubiera dicho
adiós, y ellos respondieron, “Adiós, que te vaya muy bien, te cuidas.” Me da
escalofríos porque pienso. Quizás Jesús esta caminando con migo. Quizás Jesús
esta aquí en este momento pero no puedo reconocerle. Y cuando el dice “¡Adiós!”
Yo respondo “¡Adiós!” Perdiendo la oportunidad de tener Jesús con migo.
Pero gracias a Dios ellos no perdieron la
oportunidad. Gracias a Dios, ellos invita Jesús a su casa y allá compartiendo
la cena, se abrieron su ojos, ¿Cuándo? Al partir el pan. La eucaristía, cuando
Jesús comparta con ellos la eucaristía sus ojos se abrieron.
Estamos en el momento clave de nuestra celebración.
Como Cleofás y el otro discípulo hemos escuchado las lecturas. Sabemos como que
ellos se refieren a Jesús y ahora invitamos a Jesús a quedar vamos a ir a la
mesa, pero realmente no. No podemos
quedar con Jesús, de ver la misa en su
televisión, o en su computadora o movile no es igual. No es como sentarse en la
mesa. Podemos ver pero tristemente no podemos participar.
A mi me gusta
comer. Me gusta tener la oportunidad de sentarse con ustedes y compartir una
cena. No me gusta ver comida. No me gusta ver programas en la televisión de
cómo cocinar, porque para mi no tiene chiste ver si no puedo comer. Tengo una
prima quien es muy buena cocinera y me da coraje porque siempre esta poniendo
fotos de su comida en Facebook. Me da coraje porque yo no quiero ver su comida,
quiero comer su comida. Así es con la Eucaristía. La Eucaristía es para comer,
es para participar. Entonces este tiempo de quedar en casa es un gran
sacrificio para nosotros los creyentes. No es igual. Pero hacemos el
sacrificio. Hacemos el sacrificio para los que tienen que trabajar en los
supermercados y en los hospitales y en las casas de ancianos. Hacemos el
sacrificio para los enfermos, las personas de la tercera edad, las personas con
la salud perjudicada. Es grande el sacrificio, pero lo hacemos por el bien de
todos.
Si somos desconcertados. Somos como Cleofás y el
otro discípulo. Invitamos Jesús a quedar en nuestras casas porque no podemos ir
a la iglesia. Invitamos a el a quedarse con nosotros porque sin el nuestras
vidas no tienen sentido.
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